Un invierno, como a las cinco de la tarde, hace un par o
tres de años, me iba a juntar con unas
amigas para salir a bailar. Había festejado mi cumpleaños y esa noche iba a
estrenar casi todos mis regalos. Llevaba la cartera y una bolsa de papel
cargada con ropa, zapatos, carteras, maquillaje, discos y muchas cosas más…
todo para usarlos esa noche. Vivíamos en un barrio re peligroso, y como era
invierno, ya estaba oscuro. Cuando estaba llegando a la parada de ómnibus, me
di cuenta que unos tipos me estaban siguiendo… en ese momento ya sabía que me
iban a robar, era obvio. Lo que no sabía era cómo lo iban a hacer. No sabía si
me iban a pegar, si me iban a empujar, o si iban a pasar corriendo y sacarme la
cartera de un tirón…
Creo que nunca en mi vida sentí tanto miedo, y en lo único
que pensaba era en que no quería que me lastimen.
Me acuerdo que una de nuestras perritas, Sofía, siempre me acompañaba
hasta la parada y después se volvía sola a casa. Ese día también Sofía iba
caminando a mi lado, y yo temblando de miedo le pedía a dios que no nos
lastimen a ninguna de las dos.
Los que me seguían eran dos hombres jóvenes con un niño de
diez años más o menos. En un momento el niño me dice: señora… y yo por dentro
pensaba: ufff qué suerte, pensé q me iban a robar y resulta que me quiere
preguntar algo…
Pero cuando me doy vuelta me dice: dame la cartera por favor;
mientras me apunta con una cuchilla. Miro a los otros dos, y también tenían
cuchillas enormes.
Le di la cartera temblando y pidiendo por favor que no me lastimen.
El niño y uno de los mayores se fueron corriendo, y el tercero se quedó y me
dijo: dame la bolsa también…
Yo me quedé llorando y viendo cómo se alejaban matándose de
la risa con mis cosas. Justo en ese momento me di cuenta que se llevaban todos mis
regalos.
Sin dinero, sin documentos, y sin las cosas no me quedaba
otra opción que volver a casa…
Cuando llegué estaban en la cocina mi madre y mi cuñada, y
se sorprendieron al verme llorando y con las manos vacías. Mientras les contaba
los detalles las dos me miraban con cara de tristeza, pero no hacían nada más…
y yo lo que más quería en el mundo en ese momento era que alguien me abrazara
fuerte diciéndome que estaba todo bien, que estaba segura en casa… pero se
quedaron paradas mirándome mientras lloraba.
Ninguna de las dos se animó a abrazarme, y yo tampoco me animé a pedir un
abrazo. Me limité a taparme la cara con las manos y a llorar.
En mi familia no expresamos nuestros sentimientos
abiertamente, a veces nos decimos que nos queremos, pero contacto físico jamás.
Nos abrazamos a veces formalmente, un abrazo rápido; pero no recuerdo ni una
sola vez en la que sintiéndome triste o mal, encontré consuelo en un abrazo de
mi madre. Ni una sola.
Y esa fue la actitud que aprendí y que usaba en mi vida, en
mis relaciones. Nunca me abrazaba, ni me decía cosas lindas con mis amigas. Muchas
veces estuve en la misma situación en la que estaban mi cuñada y mi madre ese
día: viendo cómo alguien que quiero llora, sin saber qué hacer, y sin hacer
nada…
Hasta hace unos meses, que empecé a ir hacia adentro y a conocerme
más. Ahora no pierdo oportunidad de decirles a mis amigos que los quiero y de
abrazarlos. Pero con mi familia aún me cuesta un poco.
El año pasado internaron a mi sobrinito por tercera vez en
pocos meses, y por diferentes motivos. Cuando llegué al sanatorio a verlo,
traté de hacerme la fuerte como siempre, pero cuando vi a mi hermana en el
cuarto y a los juguetes de mi sobrinito sobre la cuna (él no estaba, le estaban
haciendo análisis de rutina), no pude
contener las lágrimas. Mientras le decía a mi hermana que me ponía triste que
mi sobrinito tan chiquito tuviera que pasar por tantas cosas, hice lo de
siempre: llorar tapándome la cara con las manos. Pero ese día mi hermana me
sorprendió, porque me abrazó, y nos pusimos a llorar las dos, ya que ella
también había estado tratando de hacerse la fuerte.
Justo en ese momento llegaron el médico y las enfermeras.
Una de ellas le dio un abrazo a mi hermana diciéndole que no se angustiara, que
estaba todo bien… y mi hermana le dijo que ya lo sabía, que se había puesto a
llorar al verme a mí.
El médico dice: la hermana en lugar de apoyarla la hace
llorar… y se fueron a la sala a la que estaba mi sobrinito.
Yo me quedé sintiéndome la más estúpida del mundo…